sábado, 11 de mayo de 2013
El tiempo a veces te apresa,
te retiene como un niño al pez entre sus manos.
Jugando siente que el palpitante brillo de sus ojos le mira sin entender nada
y poco a poco comprende que una debilidad creciente le va deteniendo el corazón.
Así la cornisa donde la alondra fábrica su nido
y el arroyo donde un croar festivo te adormece
son formas que mañana habrán mudado su sentido.
El hombre busca bajo las piedras el hallazgo definitivo. Y se equivoca.
Se inventa un futuro adolescente. Y se extravía.
Y al defender su castillo se levanta con arena un pasado azul donde nada hacia daño.
Y se confunde.
De continuo hay un tubo de ensayo con una receta fallida. Y otro intento. Y parece una burla
que sigamos con domesticado afán
ir encontrando culpas y reproches por algún error mundano.
Y me sorprendo.
Porque hay emociones que adolecen de un fin auténtico.
Y sentimientos de lata que exploran un vacío que nunca contuvo nada.
Pero la vida sigue ilusa con sus ojos transparentes en un mundo de arañazos y de jirones
y de regresos.
Su belleza esta traspasada por una espada de fuego y en su frente brilla la fatiga del sol.
Cuando en la noche tientes a tu lado un torrente de esperanza, atrapalo.
Cuando en la madrugada un sueño describa un terror horrible, déjalo huir.
Nada produce más desencanto que la ilusión malgastada, porque la diosa fortuna te premia al nacer
con una medida moneda.
¿ Qué habrás comprado
cuando un día te repongas del desaliento
e intentes proseguir tu camino?.
Si fuera sencillo hilar coherencias, divagar sin margen de error, transitar sin que la rutina
forje tu itinerario,
no habrían amanecido mentes febriles donde toda esta inquietud no fuera el cemento de la experiencia.
La única verdad revelada no se encierra en la literatura ni se envasa en la música.
Son posteriores a la vía iluminada
que a estas horas de la tarde habrá dejado de agitarse entre los dedos del niño
si este al final
no supo dar fiel lectura a la solicitud de la vida y tuvo la piedad de devolverla a la fuente.
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