martes, 11 de junio de 2013







Del olvido.

Trazo a trazo todo contiene tu singular caligrafía.
La ventana propone el paisaje y su marco abraza como un párpado inocente
la novedad de un instante que me sustancia.

Mi bandera está en tus colores, mi cielo duerme en tus acuarelas y en mi pecho se agita
la bondad de los lápices que iluminaron tu rostro.

No son los naipes sobre la mesa las palabras cosidas a mi pensamiento ni el delirio inconsciente
que me arrastra a repetir tu nombre, sino esa endecha prendida en la oscuridad de mis pulsos.

Juego a limpiar con las mareas las derrotadas huellas del pasado; pero tu mar me las devuelve
como si nuevamente tuviera que elegir tu destino.

Repito tu música, tarareo tu melodía en la rompiente del alba. Me salpican tus olas
y es como en medio del bosque
oír el fuego que me aguarda en el dulce sosiego de tu promesa.

La llamada a la oración, el eco intruso de una campana que lejos de anunciar una hora
predice un nuevo descubrimiento, me seduce.

Ni toda la sal del mundo podría hacer infértil la memoria que guardo de tu ausencia.