viernes, 24 de mayo de 2013





                                                           Como palabras, las aves...

Dignidad, servidumbre, compromiso, rectitud, entrega, integridad, conformismo, actitud, ignorancia, paciencia, osadía, plenitud...
Todas ellas están en el tambor del alma. Todas ellas resuenan a veces en la trilla de tu pensamiento.
Las oyes pasar, establecer su dominio, crecer como la mala hierba o la mejor cosecha.
Podría añadir un centenar de ellas, un millar si me apuras. Pero ninguna valdrá nada si convencidamente no las articulas.
Saldrán en desbandada o arriesgarán su vida, su valor, su significado. Y sin embargo, habrá circunstancias en que tendrán el sabor del vacío, de la inutilidad.
Aquellas palabras , o estas otras que se apoderan de tu mente son el sonido de un río en que tu corazón navega. Río en cuyo caudal beben el odio y la melancolía, el buitre y la alondra, donde la silueta irreconocible de un pez huidizo traza su sinuoso plan de fuga.
Si las pones aisladas sobre la mesa serán como las migas de pan que las hormigas voltean.
Si las escondes bajo tu almohada, pellizcarán tus oídos e impedirán tus sueños.
Algunas tienen la virtud del insecto y desplegando sus elitros se alzaran heroicas sobre la sordidez del silencio. Mas abundan las que componen su sonido con el firme propósito de hacer huir toda esperanza. Incluso llegarás a creer que a menudo ni siquiera eres tu quien las mantiene ordenadas.
Hay un eterno giro que las entretiene en un afán fugitivo o una sumisión reprochable. Que las exalta o las reprime, quién sabe el por qué inexplicable de sus destinos.
Tan solo sabemos que están en la bolsa y yo mismo las recuento y las palpo y noto la frialdad de sus hocicos o la calidez de sus manos. Las siento respirar, silenciosas encomendadas al tiempo de una espera, siempre en la víspera de un dolor o de una alegría.
Las más enternecidas palabras tal vez fueran en un instante consigna de sangre para la guerra y las que parecen perdidas en rencores y afrentas quizá esperen la hora de unas dulces disculpas.
Demonios, arcángeles, semidioses, mártires, sátrapas, adoratrices, crédulos, espantos, nieblas, atardeceres, caricias... En el fondo son soldados aguardando el minuto de la arenga y saltar de sus trincheras para transformar el amor en lucha o la pugna en paz.

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