Trampa para intrusos.
No dispongo de capital suficiente para adquirir un sofisticado sistema que me proteja de curiosos, embaucadores, incluso de amantes de lo ajeno, compuesto fundamentalmente por mis objetos personales, que aún en su humilde condición, son mi único e ireproducible acervo.
Pero me veo en la obligación moral de defenderme de todo ello con riguroso criterio aunque sólo sea de manera anecdótica, sin demasiada convicción en su contrastada eficacia y aunque su efecto repelente consista en un mero y efímero malestar sobre el futurible delincuente.
Rebuscando entre mis recuerdos y curioseando en revistas y periódicos a la caza de alguna técnica barata al alcance de mi precaria economía, no termino de hallar un método o truco o receta irónicamente infalible que me defienda de ese terror minúsculo que a veces se apoya en sus patas terribles para vociferar en medio de la noche como lo haría el baribal en el seno impenetrable de la jungla. (Recomiendo a todos no incluyan como instrumento de tortura esa sensación terrible).
Abstraído en estas ínfértiles pesquisas, concluyo que la solución pasa por el uso de un método novedoso basado en un factor no sólo compuesto del insulso ingrediente de la sorpresa si no - y aquí surge mi talento - en un elemento que es sin duda la mas hiriente de las técnicas disuasorias.
Pasando a la acción tomo un folio en blanco,un chapón de medidas similares al del papel referido y un rotulador negro y escribo con letras bien grandes y en mayúsculas tres palabras y cuelgo el conjunto en la puerta de mi casa :
" Uso materiales deletéreos ".
Es obvio que el rotulador empleado ha de estar elaborado con tinta indeleble y que todos los materiales utilizados han de ser fungibles de modo que todo adquiera un valor indescifrable.
Ya os iré comunicando los resultados.
¿Sigues ahí...?
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