miércoles, 24 de abril de 2013




De todos los que aparecen con la mirada llena de alegría en las viejas fotos del ayer, sólo las Imágenes Titulares continúan con vida, aunque ni tan siquiera estas sean las mismas que posan en la desnudez de los recuerdos.
Ni los cuidados Tronos, sustituidos por el cansancio propio de la madera o el hastío, a veces caprichoso, de los cofrades; ni las calles transformadas en nuevos y sucedáneos itinerarios, mas cómodos, menos singulares. Tampoco parece tener hoy cabida la menesterosa humildad que se vislumbra aquí y allá en las antiguas estampas sustituidas por una apariencia artificial de esplendores ornamentales que disfrazan de autenticidad el escaso soporte devocional que despiertan, al menos desde una cercana apreciación.
El tiempo ha lavado y encogido las sustancia esenciales y en ese intercambio de golpes ha vencido un afán de desmesura en lo suntuario contra la sencillez de una religiosidad inmediata, transmitida con escasas palabras, que era el sentido evangélico primordial de las Hermandades.
Regadas por el excesivo simbolismo y demás parafernalia, ¿dónde queda relegada la visita anónima de los que en verdad aman a su Señor y su Virgen?. Quizá el lugar menos digno lo constituya una valla metálica y un guarda con ceñudo gesto o tal vez un acceso demasiado regulado a una Casa de Hermandad con herméticas medidas y un excesivo celo en contra de la proximidad.
Porque cuando el cortejo inicie la procesión, ¿en qué momento, en qué lugar se hará posible el encuentro, en medio de qué multitud la débil mujer enferma, la anciana impedida, el viejo incapaz de salir sólo a la calle logrará dar alcance con sus ojos a su Imagen querida, allá tan en lo alto, tan oculta entre ánforas y flores, en su laberinto de barras de palio y arbotantes, en su cárcel de fina orfebrería, ante una multitud que se regodea en la filigrana y el bordado, ciegos ante el inmenso dolor de Maria, apartada, oculta y lejana frente al asfixiante acoso de un gentío que parece, - si uno se centra en esos detalles - , que la ignora?.

( Fragmento de " El tambor de cola" ).

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