martes, 30 de abril de 2013
Tu sonrisa.
En los charcos espejean las luces de las farolas
y los cambiantes colores de los semáforos seducen hipnóticamente en la soledad de la calle.
Se deslizan rápidas,
como las olas,
como las horas,
las nubes en el cielo
hasta que por fin una luna burlona emerge a través de una
incipiente
brecha
algodonosa.
A la memoria de mi Albacea General.
Juan Manuel Fernández Heras.
( ...)
De pronto el arqueo de todas las dificultades aparecidas durante los preparativos de la Salida se le agolpan en el cerebro. Son una letanía de cosas que en cualquier momento pueden manifestarse a pesar del cuidado que se pone en el montaje y por meticuloso que hayan sido él mismo y sus albaceas en los días previos de tan arduas actividades.
Quizá sea este cúmulo de inquietudes el que más dudas despierta ahora que la Cofradía en su deambular por las calles pone a prueba el sinnúmero de tuercas, pernos, tornillos, puntillas, tirantas, cuñas, palometas, nudos, grapas, tulipas, macollas, remates, ánforas, barras, que en un desgraciado momento pueden inopinadamente decir esta boca es mía y provocar un lamentable accidente.
Claro está que cualquier incidencia mañana será calificado de lamentable error humano; pero ahora mismo, de fallar algo, supondría una auténtica tragedia.
De nada le sirve pasar revista de lejos y con la mirada a cada elemento y recordar el instante en que fue montado, ajustado, apretado, comprobada su perfecta instalación para espantar sus miedos y sus retomados terrores nocturnos.
Trae a su memoria el año en que dos macollas salieron volando sin venir a cuento a pesar de que fueron dispuestas por sus propias manos y como viene haciendo en los últimos doce años.
- Quizá puede que una mala mecida del Trono, el golpe con alguna rama o que una de las bandas fuera más floja que la otra, - vete tu a saber-, la cosa es que van y se sueltan y por poco descalabran a uno de los portadores, pobre chaval como sangraba, pero no hubo manera de que se separara de su puesto en el varal, - se lo fueran a quitar- y así continuó hasta el encierro con un trozo de algodón sujeto con esparadrapo, eso si, le obligamos a ponerse un capillo para ocultar el vendaje. Recuerdo que de vez en cuando se lo subía y me guiñaba el ojo al tiempo que hacia un gesto con el dedo gordo en señal de que todo iba bien.
( ... )
lunes, 29 de abril de 2013
La herida.
...y al dejar descubierta la purulenta brecha,
descubrí que el dolor era mas profundo que la pequeña lágrima que resbalaba por sus mejillas
y mi admiración por aquel héroe surgió de inmediato y todavía perdura.
Y cuando al acabar la cura observé que en su rostro amanecia leve y sincera una forzada sonrisa
y sus ojos se confiaron a mi mirada
y sus miedos a mis cuidados,
enseguida entendí que mi oficio era privilegio y fortuna
y jamás en adelante admití en mi ánimo
ni el cansancio ni la rutina, ni el rechazo ni la impostura,
porque nunca sabes , en el abismo de un sufrimiento humano,
de qué manera y desde cuándo alguien pide verdadera ayuda.
viernes, 26 de abril de 2013
Un amanecer cualquiera.
Deshago sus maletas y dejo que la luz empape mi corazón recién despierto.
No tu cuerpo
sino la fuerza que lo inspira
se desata el pelo
y me descubre contemplandote. Palpitante es la promesa
que sube hasta la cima del asta en el universo.
Me limito a instalarme a su lado
y a beber de un error cometido: sólo con la humildad del antídoto
logro asirme al nuevo día : reconocer lo mucho que he amado
llegar a este momento.
miércoles, 24 de abril de 2013
De todos los que aparecen con la mirada llena de alegría en las viejas fotos del ayer, sólo las Imágenes Titulares continúan con vida, aunque ni tan siquiera estas sean las mismas que posan en la desnudez de los recuerdos.
Ni los cuidados Tronos, sustituidos por el cansancio propio de la madera o el hastío, a veces caprichoso, de los cofrades; ni las calles transformadas en nuevos y sucedáneos itinerarios, mas cómodos, menos singulares. Tampoco parece tener hoy cabida la menesterosa humildad que se vislumbra aquí y allá en las antiguas estampas sustituidas por una apariencia artificial de esplendores ornamentales que disfrazan de autenticidad el escaso soporte devocional que despiertan, al menos desde una cercana apreciación.
El tiempo ha lavado y encogido las sustancia esenciales y en ese intercambio de golpes ha vencido un afán de desmesura en lo suntuario contra la sencillez de una religiosidad inmediata, transmitida con escasas palabras, que era el sentido evangélico primordial de las Hermandades.
Regadas por el excesivo simbolismo y demás parafernalia, ¿dónde queda relegada la visita anónima de los que en verdad aman a su Señor y su Virgen?. Quizá el lugar menos digno lo constituya una valla metálica y un guarda con ceñudo gesto o tal vez un acceso demasiado regulado a una Casa de Hermandad con herméticas medidas y un excesivo celo en contra de la proximidad.
Porque cuando el cortejo inicie la procesión, ¿en qué momento, en qué lugar se hará posible el encuentro, en medio de qué multitud la débil mujer enferma, la anciana impedida, el viejo incapaz de salir sólo a la calle logrará dar alcance con sus ojos a su Imagen querida, allá tan en lo alto, tan oculta entre ánforas y flores, en su laberinto de barras de palio y arbotantes, en su cárcel de fina orfebrería, ante una multitud que se regodea en la filigrana y el bordado, ciegos ante el inmenso dolor de Maria, apartada, oculta y lejana frente al asfixiante acoso de un gentío que parece, - si uno se centra en esos detalles - , que la ignora?.
( Fragmento de " El tambor de cola" ).
Los ojos de la Virgen captan mi conciencia como lo hace la contemplación del oleaje. Como lo haría si a través de ellos pudiera ver la fuente de bondad que mantiene en armonía el mar en calma que anuncia con sus tristezas. Mar recientemente convulso, traspasado por la atormentada preeminencia de la Muerte. Parecen que han partido también de este mundo y son vagas insinuaciones de un final dichoso: dime Madre, ¿de qué final se trata?.
Para aguardar la respuesta hay que proseguir el camino, ¿pero hacia dónde?.
( Fragmento de " El tambor de cola ").
martes, 23 de abril de 2013
Duerme la piedra
mientras el tiempo traza la línea esquiva
entre la virtud de lo infinito
y la breve profundidad de los sentidos.
Hay un latente silencio que continúa tallando la belleza
en quien se detiene y contempla
su efímera estancia frente al triunfo del asombro :
es entonces cuando todo adquiere el dinamismo de lo eternamente duradero.
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